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Miguel Herrera |
Me
pregunto a si las palabras “necias” de Herrera la Concacaf pone oídos sordos o
si realmente se han puesto a pensar en el daño que le hace a la competición,
pues sugiere “que los equipos mexicanos no obtienen beneficio alguno de
participar en este certamen, más que ir al Mundial de Clubes de la FIFA.
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Miguel Herrera |
También
me causa duda si la Confederación no habría actuado ya si se tratara de algún
jugador o técnico de los equipos de la región centroamericana, pues estas
absurdas declaraciones de Herrera sí que ameritan una sanción.
Para
mí, Herrera se escudó en estas aseveraciones porque se sintió derrotado, pues a
todas luces el argentino Mauricio Tapia, entrenador del Comunicaciones, le ganó
el duelo táctico en ambos encuentros, tanto en la Ciudad de Guatemala, como en
la Ciudad de México, lo cual lo puso contra las cuerdas.
El
problema de Herrera es que solo quiere ganar y cuando pierde, arrebata y por
eso es que explota y hace estos comentarios que replican los medios afines a
él, sin tomar en cuenta lo que sucedió en realidad. Lo dijo Tapia: “Solo fue
para distraer a los medios de lo que sucedió en la cancha”. Yo también lo creo
así.
Me parece que Herrera debe tragarse sus
palabras y salir con una disculpa pública para el futbol y las personas que lo
siguen, por dignidad y por devolverle al deporte un poco de credibilidad,
además del castigo que la Concacaf como entidad rectora del balompié de nuestra
región debe imponer. Debe ser autocrítico y aceptar que fue abochornado por un
equipo al cual él llama “chico”.
Herrera
falló para dirigir al equipo más veces campeón del torneo frente a otro que
apenas tiene una porción del presupuesto de sus águilas, que le dieron la
clasificación por la mayor calidad de sus jugadores, pero no por su mejor
estrategia como director técnico, porque allí fue superado por Tapia, un tipo
que estudia el futbol y no solo se sienta en el banquillo a ver qué sucede en
los 90 minutos.
Finalmente, me permito felicitar a Comunicaciones por haber dado la talla frente a un rival de gran
trayectoria, que pareció haberla olvidado y que por culpa de su entrenador se
sintió vencedor antes de siquiera salir a jugar.