miércoles, 16 de julio de 2014

Teoría de un cuento futuro...La batalla pacífica de las naciones




Teoría de un cuento futuro

Las batallas se disputaban férreamente entre los gladiadores.

La batalla pacífica de las naciones

 
Cuenta la leyenda de un diminuto y primitivo planeta habitado por humanos, ubicado en un pequeño sistema de una sola estrella en la galaxia conocida como Vía Láctea, en el cual los pueblos decidieron dejar por un lado las armas de destrucción y resolver sus problemas políticos y financieros por medio de unas justas a las cuales llevaban a sus 23 mejores gladiadores para defender el honor de sus reinos.

Los reyes de los pueblos seguían las batallas de sus súbditos.
Cada 4 ciclos, los mejores 32 exponentes, después de una prolongada eliminación, viajaban desde lejanas tierras para reunirse un destino común para resolver la confrontación que determinaría al monarca de todos los reinos durante el siguiente periodo y con esto mediar las discrepancias entre los pueblos.

Los guerreros se enfrentaban en grandiosos coliseos que eran construidos para la ocasión y que albergaban a miles de testigos que presenciaban la resolución de la disputa en la que se involucraba una esfera que dos bandos, conformados por 11 hombres cada uno, trataban de llevar utilizando los pies, tronco y cabeza, excepto las manos hacia una meta rectangular que era defendida con garra por el rival.

Los gigantescos coliseos, escenarios de las confrontaciones.
Finalmente, el conjunto que completara más veces la tarea de vulnerar el arco contrario en un periodo que oscilaba entre 90 y 120 minutos, sería acreditado con la victoria para beneficio del pueblo que representaban y cada vez que dejaban atrás a un rival, se acercaban a la batalla final.

Si después del tiempo máximo de confrontación no se decretaba un ganador, entonces el pleito se resolvía al llevar a los guardianes de las metas a la línea de fusilamiento y desde 11 metros los mejores 5 gladiadores de cada pelotón, ejecutaban los disparos más certeros para agenciarse el triunfo.

El pueblo que se coronaba, gobernaba durante 4 ciclos.
En aquellos remotos tiempos, no siempre el reino de mayor poder adquisitivo era el que se imponía en la disputa final, eran escasas las veces que lo conseguía el organizador, lo cierto es dentro del campo de batalla, los guerreros peleaban hasta con los dientes por asegurar una victoria que les permitiera seguir con su bandera en alto, pese a ser un forma pacífica de encontrar solución a los conflictos, siempre se podían dar casos de patadas arteras y hasta mordidas en contra de los adversarios, se han descubierto imágenes que viajan por el firmamento de que esto es verdad.

En ocasiones la defensa de la nación era demasiado aguerrida
y llegó hasta el uso de actos violentos para resolver las disputas.
No se ha logrado resolver el misterio de lo que sucedía con los batallones que eran vencidos, si es que eran sacrificados a los dioses dueños de la esfera o si debían servir como esclavos de los dueños de la victoria, pero todo podía suceder en una civilización tan primitiva como aquella.

Después de 30 días de batallas constantes, solamente una se alzaba con la victoria final y el resto de las naciones retornaban a la normalidad para ser gobernadas durante 4 ciclos hasta que nuevamente fueran convocadas al desafío supremo por la conquista del planeta.

Los representantes de los reinos apoyaban a sus guerreros.
– ¿Y cómo llamaban a aquellas batallas?

– Existen varias versiones del nombre, pero el sonido que más se repite según lo investigado es FUTBOL y cada vez que una meta era vulnerada, se escuchaba el grito de GOL.

Probablemente en unos mil años se cuenten ese tipo de historias de nuestra sociedad actual, me encantaría que los pueblos en realidad olvidaran el uso de armas de destrucción masiva y se enfocaran en formas más civilizadas para resolver sus conflictos y así evitar hacerle más daño a nuestro planeta y anticipar una inminente desaparición de la raza humana.

Espero que les guste este cuento y que lo compartan con su familia y amigos.

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